CHOCOLATE
¡Siéntate
Infeliz!
La regla se partió en su brazo y el pedazo sobrante
quedó estático en el suelo, en un instante donde todos los niños callaron. Me
sobrepuse en cuanto pude, mirando su cara cubierta de lágrimas y volví a ser
maestro en el salón de clases, recuperé el control, su extremidad mostraba una
franja roja de dolor que evidenció aún más la delicadeza de su piel.
¿No te dije que no anduvieras parado?
Él mantuvo su mirada, limpia, como la de todos los
niños, sin rencor, como la de aquel que todo lo perdona, y contuvo el llanto no
sé cómo.
¿Qué quieres?
Acercó entonces su pequeña mano, me dio un chocolate y
me pidió perdón, fué a su lugar y se quedó sentado…
Yo busqué un nuevo trabajo.
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